A LA ATLÁNTIDA EN BICICLETA
Dos ruedas, una cadena de
transmisión y una estructura de metal con un asiento cómodo son
suficientes para explorar la noche limeña y sus encantos en lugares
inimaginables.
ESCRIBE ARTURO VALVERDE
FOTOS: MELINA MEJÍA
Esa noche, en Ventanilla, varios vecinos
de Ciudad del Deporte se despertaron con un sobresalto. A lo lejos, no
se veía más que un grupo nutrido de lucecitas aproximándose a prisa con
un zumbido, en la oscuridad; sin embargo, como los terrenos libres en la
zona han sido siempre un bocado apetitoso para los traficantes, no era
descabellado pensar en un nuevo intento de invasión.
“¡Somos ciclistas, no somos invasores!”,
exclamó Marko Palacios, para tranquilizar a la gente que había salido a
las puertas de sus casas con pijamas y palos de escoba. Aquella vez,
Marko lideraba al grupo de Lima North Cycling en uno de sus habituales
recorridos nocturnos por la periferia de la capital: sobre dos ruedas,
los ánimos dan para adentrarse en sectores por los que muy pocos
desearían caminar, ni siquiera de día.
Esta es una de las múltiples anécdotas
que Marko recuerda con una sonrisa y la imaginación volcada en el
pasado, en el momento en que decidió fundar –un año atrás– un club para
amantes del ciclismo. En la aventura, lo acompañaron cuatro de sus
amigos: Cristopher, César, José y Eder. “En este club solo necesitas
tener las ganas; eso y una bicicleta”.
Pedalear por las noches, contra el
tráfico y con una pléyade de choferes que raras veces respetan a esta
pequeña galaxia de luces, es la especialidad del experimentado grupo.
Todos saben que la pasión tiene sus riesgos: una vez, un chofer de combi
le cerró el paso a uno de los ciclistas y lo tumbó sin miramientos; en
otra ocasión, un conductor bajó de su auto para romperle la bicicleta a
otro deportista. El tipo estaba ebrio. Un policía se encontraba cerca
del lugar.
CON RUEDAS Y SIN DROGAS
Marko Palacios luce algo gordito, pero dice que el peso no es impedimento para pedalear con el equipo de Lima North Cycling, al que -gracias a Facebook- se han unido dentistas, arquitectos, abogados y otros profesionales. Junto a ellos, Marko ha iniciado una nueva carrera: trabajar con los distintos municipios del Cono Norte para que se respete a los ciclistas. Además, desea promover la inclusión de este deporte en los programas de desarrollo social dirigidos a los jóvenes de la zona, como alternativa para una vida sana, lejos de la violencia de las calles y la droga.
Marko Palacios luce algo gordito, pero dice que el peso no es impedimento para pedalear con el equipo de Lima North Cycling, al que -gracias a Facebook- se han unido dentistas, arquitectos, abogados y otros profesionales. Junto a ellos, Marko ha iniciado una nueva carrera: trabajar con los distintos municipios del Cono Norte para que se respete a los ciclistas. Además, desea promover la inclusión de este deporte en los programas de desarrollo social dirigidos a los jóvenes de la zona, como alternativa para una vida sana, lejos de la violencia de las calles y la droga.
LA PROMESA
Lima North Cycling está cerca de celebrar su primer aniversario. En este tiempo, nuevos integrantes se han sumado a la aventura de recorrer el Cono Norte. Uno de ellos es el menor de iniciales J. J., quien a sus quince años dedica la mitad del tiempo a sus estudios escolares y la otra mitad al ciclismo. Por supuesto, “primero debe hacer sus tareas”, dice Marko, quien se ha convertido –igual que todos– en parte de una familia para el joven pedalero.
Lima North Cycling está cerca de celebrar su primer aniversario. En este tiempo, nuevos integrantes se han sumado a la aventura de recorrer el Cono Norte. Uno de ellos es el menor de iniciales J. J., quien a sus quince años dedica la mitad del tiempo a sus estudios escolares y la otra mitad al ciclismo. Por supuesto, “primero debe hacer sus tareas”, dice Marko, quien se ha convertido –igual que todos– en parte de una familia para el joven pedalero.
J. J. vive en Comas y maneja el “bumble
bee” del mundo de las ruedas. Una escultura de caños atravesados que
poco a poco fue ensamblando con la ayuda del padre de un amigo,
propietario de un taller de reparación de autos. Llantas, frenos,
cadenas y demás piezas fueron adquiridos con las propinas que ganaba
como ‘jalador’ en el emporio de Gamarra. Allí, su hermana tiene un
puesto de ropa. J. J. anima al público a entrar al local.
A pesar de su corta edad, ha participado
en varios campeonatos en Ventanilla. Pero como no cuenta con los medios
necesarios para comprar una bicicleta apropiada para este tipo de
competencias, sus compañeros le prestan una.
“Me gusta manejar mi bicicleta”, dice. El
año pasado, J. J. quedó en segundo puesto entre mil participantes de la
competencia Jhon Alhuay Quispe, nombre de un ciclista que murió
atropellado en 2007, a la altura de Oquendo, en la célebre avenida
Néstor Gambetta.
LA ATLÁNTIDA
A mediados de marzo, respondiendo a la convocatoria de Marko, cerca de veinte ciclistas se reunieron en las inmediaciones de la municipalidad de Los Olivos para emprender una nueva travesía: la ruta ‘Tahua’, apócope del distrito de Tahuantinsuyo. La meta era llegar a la cúspide del cerro más alto de la zona, un lugar al que ellos han denominado ‘La Atlántida’, en memoria al mítico continente perdido y descrito en los textos del filósofo griego Platón, hace más de 2,300 años.
A mediados de marzo, respondiendo a la convocatoria de Marko, cerca de veinte ciclistas se reunieron en las inmediaciones de la municipalidad de Los Olivos para emprender una nueva travesía: la ruta ‘Tahua’, apócope del distrito de Tahuantinsuyo. La meta era llegar a la cúspide del cerro más alto de la zona, un lugar al que ellos han denominado ‘La Atlántida’, en memoria al mítico continente perdido y descrito en los textos del filósofo griego Platón, hace más de 2,300 años.
El recorrido comienza en la avenida
Carlos Izaguirre y continúa hacia Túpac Amaru, hasta la senda por donde
se llega a las faldas del cerro. A las 8:00 de la noche, Tahuantinsuyo
parece impenetrable. A partir de ese momento, los ruteros saben que no
hay marcha atrás. En el trayecto, el camino se hace cada vez más
empinado, tanto que los ‘colectiveros’ que peinan la zona deben pisar el
acelerador a fondo para ganar las partes altas.
Por momentos, algunos ciclistas se
rezagan en la odisea nocturna, pero nadie se queda sin luchar. Su arma
es biomecánica: un par de piernas, dos ruedas de aluminio y un sistema
de músculos que pedalea con todo vigor. En este pelotón de incansables,
la noción de ‘último puesto’ no existe: todos son ganadores.
De pronto, los corredores llegan a una
zona oscura, donde las luces de sus cascos son lo único que alumbra
pista y baches, rumbo a una pendiente pronunciada. Allí, detrás de los
arbustos y los cactus, rodeada por edificaciones inconclusas, se
descubre ante ellos una plataforma circular de columnas pétreas,
similares al ágora popular de la antigua Grecia. El lugar, en penumbra,
recibe a los viajeros. Han llegado a la meta. Sin duda, Platón, se
equivocó al situar la Atlántida en el mar Mediterráneo. La Atlántida
está en Tahuantinsuyo.
Esta crónica fue portada y central del suplemento VARIEDADES del diario EL PERUANO (N°362, Lima 28 de marzo de 2014)
Mi cuenta en Twitter: ArturoValverdeP
Lee también: http://condenadoaescribir.wordpress.com/2014/03/28/a-la-atlantida-en-bicicleta/