viernes, 28 de marzo de 2014

A LA ATLÁNTIDA EN BICICLETA

Dos ruedas, una cadena de transmisión y una estructura de metal con un asiento cómodo son suficientes para explorar la noche limeña y sus encantos en lugares inimaginables.

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ESCRIBE ARTURO VALVERDE
FOTOS: MELINA MEJÍA
Esa noche, en Ventanilla, varios vecinos de Ciudad del Deporte se despertaron con un sobresalto. A lo lejos, no se veía más que un grupo nutrido de lucecitas aproximándose a prisa con un zumbido, en la oscuridad; sin embargo, como los terrenos libres en la zona han sido siempre un bocado apetitoso para los traficantes, no era descabellado pensar en un nuevo intento de invasión.
“¡Somos ciclistas, no somos invasores!”, exclamó Marko Palacios, para tranquilizar a la gente que había salido a las puertas de sus casas con pijamas y palos de escoba. Aquella vez, Marko lideraba al grupo de Lima North Cycling en uno de sus habituales recorridos nocturnos por la periferia de la capital: sobre dos ruedas, los ánimos dan para adentrarse en sectores por los que muy pocos desearían caminar, ni siquiera de día.
Esta es una de las múltiples anécdotas que Marko recuerda con una sonrisa y la imaginación volcada en el pasado, en el momento en que decidió fundar –un año atrás– un club para amantes del ciclismo. En la aventura, lo acompañaron cuatro de sus amigos: Cristopher, César, José y Eder. “En este club solo necesitas tener las ganas; eso y una bicicleta”.
Pedalear por las noches, contra el tráfico y con una pléyade de choferes que raras veces respetan a esta pequeña galaxia de luces, es la especialidad del experimentado grupo. Todos saben que la pasión tiene sus riesgos: una vez, un chofer de combi le cerró el paso a uno de los ciclistas y lo tumbó sin miramientos; en otra ocasión, un conductor bajó de su auto para romperle la bicicleta a otro deportista. El tipo estaba ebrio. Un policía se encontraba cerca del lugar.

CON RUEDAS Y SIN DROGAS
Marko Palacios luce algo gordito, pero dice que el peso no es impedimento para pedalear con el equipo de Lima North Cycling, al que -gracias a Facebook- se han unido dentistas, arquitectos, abogados y otros profesionales. Junto a ellos, Marko ha iniciado una nueva carrera: trabajar con los distintos municipios del Cono Norte para que se respete a los ciclistas. Además, desea promover la inclusión de este deporte en los programas de desarrollo social dirigidos a los jóvenes de la zona, como alternativa para una vida sana, lejos de la violencia de las calles y la droga.
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LA PROMESA
Lima North Cycling está cerca de celebrar su primer aniversario. En este tiempo, nuevos integrantes se han sumado a la aventura de recorrer el Cono Norte. Uno de ellos es el menor de iniciales J. J., quien a sus quince años dedica la mitad del tiempo a sus estudios escolares y la otra mitad al ciclismo. Por supuesto, “primero debe hacer sus tareas”, dice Marko, quien se ha convertido –igual que todos– en parte de una familia para el joven pedalero.
J. J. vive en Comas y maneja el “bumble bee” del mundo de las ruedas. Una escultura de caños atravesados que poco a poco fue ensamblando con la ayuda del padre de un amigo, propietario de un taller de reparación de autos. Llantas, frenos, cadenas y demás piezas fueron adquiridos con las propinas que ganaba como ‘jalador’ en el emporio de Gamarra. Allí, su hermana tiene un puesto de ropa. J. J. anima al público a entrar al local.
A pesar de su corta edad, ha participado en varios campeonatos en Ventanilla. Pero como no cuenta con los medios necesarios para comprar una bicicleta apropiada para este tipo de competencias, sus compañeros le prestan una.
“Me gusta manejar mi bicicleta”, dice. El año pasado, J. J. quedó en segundo puesto entre mil participantes de la competencia Jhon Alhuay Quispe, nombre de un ciclista que murió atropellado en 2007, a la altura de Oquendo, en la célebre avenida Néstor Gambetta.

LA ATLÁNTIDA
A mediados de marzo, respondiendo a la convocatoria de Marko, cerca de veinte ciclistas se reunieron en las inmediaciones de la municipalidad de Los Olivos para emprender una nueva travesía: la ruta ‘Tahua’, apócope del distrito de Tahuantinsuyo. La meta era llegar a la cúspide del cerro más alto de la zona, un lugar al que ellos han denominado ‘La Atlántida’, en memoria al mítico continente perdido y descrito en los textos del filósofo griego Platón, hace más de 2,300 años.
El recorrido comienza en la avenida Carlos Izaguirre y continúa hacia Túpac Amaru, hasta la senda por donde se llega a las faldas del cerro. A las 8:00 de la noche, Tahuantinsuyo parece impenetrable. A partir de ese momento, los ruteros saben que no hay marcha atrás. En el trayecto, el camino se hace cada vez más empinado, tanto que los ‘colectiveros’ que peinan la zona deben pisar el acelerador a fondo para ganar las partes altas.
Por momentos, algunos ciclistas se rezagan en la odisea nocturna, pero nadie se queda sin luchar. Su arma es biomecánica: un par de piernas, dos ruedas de aluminio y un sistema de músculos que pedalea con todo vigor. En este pelotón de incansables, la noción de ‘último puesto’ no existe: todos son ganadores.
De pronto, los corredores llegan a una zona oscura, donde las luces de sus cascos son lo único que alumbra pista y baches, rumbo a una pendiente pronunciada. Allí, detrás de los arbustos y los cactus, rodeada por edificaciones inconclusas, se descubre ante ellos una plataforma circular de columnas pétreas, similares al ágora popular de la antigua Grecia. El lugar, en penumbra, recibe a los viajeros. Han llegado a la meta. Sin duda, Platón, se equivocó al situar la Atlántida en el mar Mediterráneo. La Atlántida está en Tahuantinsuyo.

Esta crónica fue portada y central del suplemento VARIEDADES del diario EL PERUANO (N°362, Lima 28 de marzo de 2014)

Mi cuenta en Twitter: ArturoValverdeP
Lee también: http://condenadoaescribir.wordpress.com/2014/03/28/a-la-atlantida-en-bicicleta/
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miércoles, 19 de marzo de 2014


PERDIDOS EN LA FERIA DEL HOGAR

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“Si no te perdiste en la feria, no tuviste infancia”

Por Arturo Valverde

El regreso de la Feria del Hogar, después de diez años, evocará en la memoria de muchos de nosotros los entrañables momentos que pasamos en los juegos o el show del Gran Estelar. Yo recuerdo algo, el día que se perdió mi bisabuela.

Esa trágica tarde, la bisabuela Herminia vestía un pantalón negro, una camisa floreada, y una bufanda para prevenirse de algún mal viento. Nosotros estábamos a su lado con el resto de la familia que, al igual que los miles de asiduos visitantes a la feria, se distrían en los stands comerciales.

La bisabuela tenía un apetito voraz. Tan pronto como llegamos a la feria, nos encargó un combinado de mazamorra morada y arroz con leche. El postre de su devoción. Cumplimos su deseo, y seguimos nuestro recorrido.

Nosotros, los bisnietos, queríamos subirnos a los juegos. La tía, la prima, la madre, querían ver ropa o muebles. Papá, quería que se apuren. ¡Apúrense! Clásico, ¿no? ¿Y la bisabuela? ¿Qué quería ver?

Cuando quisimos prguntarle, era muy tarde. La bisabuela había desaparecido. Sin darnos cuenta, la octogenaria mujer, vecina del Cercado de Lima, al ladito de la Iglesia de Santa Rosa, que veía al ex Presidente Augusto B. Leguía, pasar con su caballo, mágicamente, se perdió en medio de la multitudinaria asistencia.

Rápidamente formamos grupos de búsqueda. Tú buscas por allá, y ustedes por allá, y nos encontramos aquí en media hora. Miren bien dónde estamos. Recuerden que en ese tiempo no teníamos celulares. 

Buscamos en todos los stands pero no la encontramos. Hasta que, uno de nosotros, distinguió a lo lejos a una insaciable mujer, devorando con su cuchara de plástico un rico postre, sentada en una banca. Junto a un tacho gigante.

Al parecer, mientras todos estábamos abstraídos con la colorida feria, la bisabuela decidió descansar para degustar el postre limeño. No nos quedó otra opción que esperar que terminara de comer. Luego, no la perdimos de vista, ni un segundo. Hasta que murió a los 99 años.

Si la bisabuela estuviera con nosotros no se perdería la Feria del Hogar, que abrirá sus puertas en julio. Tomaría un taxi al Centro Cultural Deportivo Lima, en Chorrillos. Comería sus postres, arrasaría con todo, y cantaría en el Gran Estelar, que según cuentan, contará con trece artistas nacionales y siete del extranjero. 

Que levante la mano aquél que nunca se perdió en la Feria del Hogar.

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