martes, 5 de agosto de 2014

LA REFORMA DEL ALUMNO


Por Arturo Valverde

Necesitamos una reforma del alumno más allá de cualquier ley universitaria; y esta empezará cuando aquél comprenda la importancia de leer y leer más.

Estoy convencido que el alumno que no lee se condena al oscurantismo. A pesar del número de facultades y carreras profesionales que pueda ofrecer un sinnúmero de universidades o institutos; es poco probable poder garantizar mejores profesionales si estos no ven más allá de lo que les enseñan en sus centros de estudio. No necesitamos más doctores o eminencias, necesitamos mejores personas y ciudadanos.

El estudiante del Siglo XXI se desarrolla en un ambiente educativo más amplio, sin barreras, en comparación con las limitantes que podría tener el estudiante del siglo XVI, aquél testigo del descubrimiento de otro continente; el alumno “navegante o mareante” como decía Germán Arciniegas. O de aquellos estudiantes que debían luchar contra el determinismo histórico y científico. El estudiante del Siglo XVIII, testigo de la revolución de las ideas, el imperio de la razón y el regreso del hombre al centro del mundo. El estudiante del siglo XIX, insuflado por el fervor de la libertad.

Sin embargo, a pesar de contar con un mayor acceso a la información, el estudiante del siglo XXI se especializa en el “copiar y pegar”, y pocas veces se exige más a sí mismo. Sin duda alguna, el profesorado tiene el deber de cultivar un pensamiento crítico en sus alumnos desde el colegio. Pero recuerden que el alumno que no lee podría ser el profesor del mañana. Y maestro es aquél que enseña más allá de su materia o sílabo académico.

El alumno debe publicar más, escribir más, producir trabajos de carácter intelectual que aporten al debate nacional o académico. En un país tan multifacético como el nuestro, hay muchos temas por explotar como la revisión de la historia, la economía, la literatura, la biología, el medioambiente, la arquitectura.

Además, impulsar la lectura en los universitarios les permitirá entenderse entre ellos mismos. El abogado con el médico, el arquitecto con el artista. Los periodistas, ni qué hablar: están más que obligados a leer de todo para escribir con propiedad de todo y para todos.

No sé cuánto influye la universidad en que estudias si no te interesa estudiar, pero todos quieren su cartón. Hay unos que ocupan el último asiento para leer y otros para dormir. Al final, cada quien destaca de acuerdo a su capacidad y preparación intelectual. El estudiante debe revolucionarse a sí mismo.

El alumno que lee se cuestiona, duda, cultiva la libertad. Decía un Quijote: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida”.

Alumno: Lee, aunque sea por consideración a tu alma. Lo demás es puro negocio.


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Artículo publicado el 05 de agosto de 2014 en el semanario El Nacional
 

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